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La historia que precede al Museo Arquidiocesano de Coro "Lucas Guillermo Castillo" está llena de acontecimientos. Se inicia cuando en 1541 el rey mediante una Cédula Real pedía al obispo de Venezuela un sitio para un convento franciscano. Tal iniciativa no pudo concretarse por la invasión francesa de Coro en 1567; sin embargo, para 1582 el obispo Manzanillo en su relación habla acerca de un convento con cuatro o cinco frailes. En 1595 fue saqueada e incendiada la ciudad y sólo las paredes en construcción de la catedral sobrevivieron. En comunicaciones posteriores a esa fecha (1603, 1609 y 1613) no se habla del convento, pero en 1617 se nombró como guardián del convento a Fray Juan de Cabrera, lo cual hace suponer que este iba en crecimiento (González, 1998).
Es en 1619 cuando a través de la donación del capitán Ambrosio Hernández (o Fernández, como también se le llamaba) y de su mujer Inés López se costeó la reconstrucción del tempo y del convento. A partir de ese momento el capítulo de la orden de franciscanos se reunió en el convento de Coro y se alojaron 40 frailes. No obstante, la prioridad de la comunidad no era el convento sino la reconstrucción de la catedral. Mas, y a pesar de ello, el convento se fue consolidando de manera paulatina.
Sin embargo, González (1998) señala que esta situación fue revertida por una nueva invasión de piratas ingleses en 1659, que incendió todas las iglesias de Coro, y luego en 1681 una tormenta destruyó la nuevamente reconstruida ciudad y casi acaba con la documentación histórica de la misma.
Para finales del siglo XVII se efectuaron trabajos provisionales en la edificación, y el convento poseía un considerable monto en pesos producto de las donaciones de los vecinos, las cuales garantizaban económicamente la existencia de la comunidad aunque los edificios se mantenían maltrechos para 1720.
Más adelante se reconstruye la iglesia de Nuestra Señora de la Salceda mediante contrato suscrito por el capitán D. Cristóbal Dávalos-Chirino, regidor perpetuo de la ciudad de Coro y síndico del convento, y el maestro Juan Hilario Bueno, el constructor. No se habla del convento, pero se asume que fue reconstruido también.
A lo largo del siglo XVIII el convento se erigió como un importante centro religioso, y su iglesia fue una de las preferidas de la hidalguía de la ciudad; asimismo, se sabe que la cofradía de pardos más importante de Coro, la de Jesús, se asentó en ella, aunque en varias oportunidades trató de crear su propia iglesia.
González (1998) afirma que la ciudad de Coro no se vio envuelta en la guerra de independencia hasta 1821, aunque la situación existente en el entorno afecto considerablemente la vida urbana. Para 1815 el Cabildo sesionó varias veces en el convento; éste también sirvió de cárcel temporal a los religiosos "patriotas" en su tránsito hacia la Península Ibérica. En 1816 y 1819 fue visitado el convento por el obispo de Mérida, Mons. Rafael Lasso de la Vega, quien fue uno de los grandes bienhechores de la ciudad de Coro y desarrolló una gran actividad pastoral en la ciudad. En los años de postguerra volvió a estar en la diócesis para luego ser promovido a Quito. En 1819 la orden franciscana había enviado a un visitador al convento.
En 1821 el convento sirvió de punto de resistencia, cuando la ciudad de Coro fue tomada por los bandos realistas y patriotas; también de casa fuerte; fue de hecho una especie de cuartel, como cuando Miranda en 1806 arribó a Coro.
El convento de los franciscanos se convierte en el Colegio Nacional de Coro en 1833, puesto que había sido extinguido por medio de la Ley del Congreso de Cúcuta del 28 de julio de 1821 por ser un convento menor. Así sus mermadas rentas y los restos de la biblioteca coventual se le aplicaron al Colegio de Coro y la iglesia pasó a ser la capilla de la institución. Este Colegio Nacional, sin embargo, para 1843, por falta de fondos estaba en crisis y sólo se mantuvo como Escuela de Niños.
finaliza González (1998) señalando que en 1969 se constituyó la Sociedad de Amigos del Museo Diocesano de Coro "Lucas Guillermo Castillo", y desde entonces ha sido de gran apoyo a la labor iniciada por Monseñor Iturriza. En 1982 se culminó el traslado del Museo al antiguo convento franciscano de Nuestra Señora de la Salceda, y se inauguró el 29 de septiembre de ese mismo año; en septiembre de 1992 se le amplió en la remozada casa de los Capriles, donde tiene 19 salas, biblioteca y sala de exposiciones temporales.
A partir del 23 de noviembre de 1998, a 467 años de su creación, y en el aniversario número 471 de la celebración de la Primera Misa Solemne en territorio venezolano, mediante resolución de su Santidad Juan Pablo II se crea la nueva Provincia Eclesiástica de Coro, con lo cual la ciudad pasa a ser Arquidiócesis; en consecuencia el Museo se constituye de Diocesano a Arquidiocesano.
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